Subimos en un gris día invernal a la Serra da Sintra, y entre los bosques y la neblina surge, encaramado en lo alto de la montaña, el Palacio Nacional da Pena, un edificio sorprendente, mezcla de colorido palacio de cuento con elementos neogóticos, neoclásicos, neoislámicos y neomanuelinos, incluido en el muy apropiado estilo romántico-historicista.
Lo mandó construir en 1840 Fernando de Saxe Coburgo-Gotha, Fernando II, esposo de la reina María II de Portugal, sobre las ruinas de un convento de los Jerónimos. Su construcción se encomendó al arquitecto Wilhelm Ludwig von Eschwege, y el propio rey participó en el diseño de los elementos decorativos. Fernando II adquirió los terrenos circundantes al convento, incluido el cercano Castelo dos Mouros, y creó un magnífico parque de inspiración inglesa, con gran variedad de especies vegetales. Utilizado como palacio de verano de la Casa Real, la reina Amelia de Orleans, esposa de Carlos I y madre del último rey, Manuel II, fijó allí su residencia hasta 1910, cuando partió al exilio tras la caída de la monarquía lusa.
Desde lejos el edificio es magnífico, deslumbrante por su exuberancia y colorido. Una vez dentro, recorriendo sus recovecos, se observa como la humedad de la sierra de Sintra causa estragos en la pintura, y permite que prolifere el verdín. Pero lejos de deslucir el conjunto, ese toque decadente, como la propia monarquía portuguesa en sus últimos años, le otorga un aire aún más romántico al conjunto, sobre todo en un gris y triste día invernal.
Además de este palacio, y del Castelo dos Mouros, Sintra alberga otros edificios magníficos, como el Palacio Nacional, del siglo XVI, o la también exuberante Quinta da Regaleira, que hacen de esta ciudad una magnifico lugar para pasar unos días.
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